DESCUBRE EL PODER DE LAS FLORES DE BACH

Soy una mujer que desde muy pequeña se sentía extraña en su propio cuerpo. Demasiado… era uno de los adjetivos que más escuchaba cuando experimentaba alguna emoción; llorona, sensible, enojona, temerosa las posibilidades eran infinitas. Con el tiempo empecé a despreciar esa sensibilidad, la sentía como  el enemigo que debia erradicar de mi vida, porque la vida es de los fuertes. Para mí era como el peor castigo que me hubieran podido colocar. Porque lo muestro todo, sí mis palabras no salen, mis  ojos se encargan de mostrar todo. Así que, empece a crear máscaras, a intentar como un camaleón el arte de mezclarme (que no me vean diferente, que no se percaten de todo lo que tengo adentro). El tiempo fue pasando y los cerrojos a todos esas emociones se empezaron a quebrar y como un río que al desbordarse vuelve a su cauce fue imposible impedir su paso. No podía controlarlo más y me dejé sentir, a pesar de que mi gente cercana no entendiera porque no sanaba, porque me seguía doliendo, porque tanto drama, el telón se derrumbo. Me encontré con tantas cosas que pensé que ya había sanado, que creía en el pasado pero que acá estaban listas para entregar un mensaje: la respuesta no estaba en controlar.

Cansada de hacerme la guerra, empecé una busqueda y recordé un frasco que una amiga alguna vez me había regalado y que me ayudó  en aquel momento pero que utilicé sin entender muy bien el proceso. Decidí ir profundo, encontré la filosofía del Dr Bach, estudiando, aprendiendo,  empecé a descubrir tantas cosas, aun lo hago. Ya no intento dejar de sentir, ahora me acompaño mientras siento, mientras pasa la tormenta. Es un camino que  transito cada día y que me permitió aproximarme de manera diferente con esa “tan temible sensibilidad” como yo le llamaba. Ahora quiero acompañar a otros en el mismo transitar.